Comentario
Los meses iniciales del régimen constitucional estuvieron cargados de tensiones a causa de la actitud de los exaltados que querían radicalizar el proceso revolucionario y que provocaron algunas revueltas de carácter popular. En la creación de este ambiente jugaron un papel importante las Sociedades Patrióticas. Estas sociedades surgieron por toda España a partir del triunfo de la Revolución de Riego y eran una especie de clubes cuya función era la de propagar el liberalismo al pueblo en los locales donde celebraban sus sesiones. Las Sociedades Patrióticas tenían como lugares de reunión los recintos más diversos, desde los cafés públicos hasta las casas particulares, los teatros y hasta los conventos desamortizados. Una de las más famosas fue la que tenía como sede La Fontana de Oro en Madrid, y que dio título a una conocida novela de Pérez Galdós sobre esta época. La llamada Amigos de la Libertad, se reunía en el café de Lorencini, también en la capital de España y fue una de las primeras en crearse. Otras sociedades famosas fueron la que se creó en el conocido café madrileño de la calle Caballero de Gracia, La Cruz de Malta, y la sociedad Landaburiana, cuyo nombre procedía del héroe de la libertad Mamerto Landáburu. Proliferaron también estas sociedades en el sur de España, y especialmente en Cádiz, San Fernando, Sevilla, Granada, etc.
El profesor Gil Novales ha señalado la tipología de dichas sociedades, que llegaron a fundarse en 164 poblaciones y que alcanzaron el número de 270 en toda España, y ha descrito sus características fundamentales. Para este historiador, las Sociedades Patrióticas jugaron un doble papel. Por una parte mostraron una clara simpatía por el pueblo que, sobre todo a través de las clases artesanales, participaba en las reuniones. Existía un sincero afán de mejorar su forma de vida y de promover su amor por la libertad. Pero por otra, mientras que se reclamaba el voto popular para las clases acomodadas, se trataba de evitar que ese mismo pueblo demandase otros derechos y que se apuntase a otras facciones.
Las Sociedades Patrióticas reflejaron una notable diversidad ideológica, de tal manera que, en un momento en el que la confusión y la volubilidad de las diferentes actitudes políticas era la característica que reinaba en el país, resultaría difícil adscribirlas a un credo rígido y monolítico. Diversidad también en el plano regional y local, de acuerdo con las modalidades particulares de cada población española y diferencias según la fecha de su fundación. Gil Novales establece tres periodos cronológicos en su estudio sobre estas Sociedades: El primero, desde sus orígenes hasta la Ley restrictiva de 21 de octubre de 1821. El segundo, el de las Tertulias patrióticas hasta los sucesos del 7 de mayo de 1822 en los que fracasó una intentona absolutista. Y por último, el tercero, desde esta fecha hasta la caída del régimen constitucional.
Aunque las Sociedades Patrióticas continuaron existiendo durante todo el siglo XIX, fue durante el Trienio cuando alcanzaron mayor relevancia, pues a pesar de no estar encuadradas en ningún dispositivo político del Estado, llegaron a constituir, como ha escrito Comellas, algo así como un para-poder con una presencia real en la vida pública de aquellos años. No sólo servían de tribuna para dar salida a las opiniones y las inquietudes de los ciudadanos, sino que en sus sedes se organizaban las manifestaciones y asonadas que tuvieron lugar por aquellos años.